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Paisajes Abisales

Es la noche que no termina, y yo soy su eco. No sé si avanza hacia el mar o huyo de él, pero el asfalto bajo mis pies resplandece con las lágrimas secas de una promesa que nunca llegó. El océano a un lado, infinito e indiferente, me susurra con voces de sirena, mientras al otro flanco la ciudad parpadea con sus luces encendidas, vomitando sueños rotos desde ventanas anónimas. Soy un joven poeta atrapado entre lo que fui y lo que no puedo ser, caminando por una carretera sin final ni retorno, donde el tiempo se desmorona en vez de fluir. He visto cómo la primavera se convierte en otoño sin que nadie lo note, como si el mundo mismo se rindiera lentamente, y yo, con mis versos inacabados y mis deseos que no caben en el cuerpo, siento que el universo me observa con ojos fríos, recordándome que no soy nada. Aun así, no me detengo.Cada paso es un verso escrito con mi sombra, cada respiración es un intento por recordar quién era antes de que el mundo me hiciera tan pequeño.

Pero en este camino, también encuentro pequeñas señales: alguien mira al horizonte buscando respuestas, una bolsa de plástico danza con el viento como un cadáver olvidado, y yo comprendo que tal vez, también sea eso un objeto arrastrado sin rumbo ni propósito. Sin embargo, algo me sostiene: el deseo de escribir esta historia, de contarla, de gritarle al vacío que aún estoy aquí. Porque tal vez, en algún lugar, alguien leerá estas palabras y sentirá que no está solo. Tal vez, en ese instante, el cielo se abra y el tiempo se detenga. Y aunque todo parezca acabarse, yo seguiré caminando, con un corazón que tardiamente con su voz que no se calla, porque en este viaje cargado de tormentos y quimeras, descubro que mi lucha no es contra el mundo, sino contra mí mismo, contra el peso del tiempo y los golpes de una fortuna insultante que aún no logra apagarme.

Maximiliano Gubler Cisternas.

 

2015

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